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por Grisel D´Angelo

“La noche solitaria revela una brisa pasajera llena de recuerdos…” es el verso ideal de la canción Days of Wine and Roses para iniciar el siguiente relato. La historia de Tito es tan abundante como la cantidad de damajuanas que ha repartido. Oriundo de Avellaneda, se casó con Dora en 1953. Recorrió oficios variopintos desde mecánico, elastiquero, carpintero, encuadernador y repartidor de damajuanas. Sobre este último vamos a centrar su historia.

Tito empezó a trabajar repartiendo damajuanas en 1970. Primero cargaba el vino en una bodega de Sarandí que lo recibía en camiones cisterna desde las provincias y lo guardaban en tanques grandes de cemento. Ahí lo envasaban, etiquetaban y estampillaban el corcho con una numeración y la denominación de origen. Cubrían el corcho y la estampilla con un casquito de plástico flexible. Ese vino se llamaba El Costero. Con el correr de los años empezó a comprar el vino en distribuidoras que ya recibían las damajuanas envasadas en origen, generalmente de Mendoza y La Rioja. Entre las marcas se podía encontrar El Montonero, Etchart, Michel Torino, Bowen, Parrales de Chilecito, Viñas de Balbo, Titarelli y algunas más. El Titarelli era el más caro y de vez en cuando Tito guardaba una damajuana de esa marca para compartir con su familia.

Para entonces la oferta era sencilla: blanco, tinto o rosado y seco o abocado. Quizás un torrontés. Las damajuanas en su mayoría eran de 5 litros y había unas pocas de 10 litros. Todas tenían una canastita y manija plástica.  Al repartidor siempre lo llamaban ‘’vinero’’. Por eso muchos vecinos en el barrio conocían a sus hijas como ‘’las hijas del vinero’’ o las saludaban diciéndoles ‘’Hola  Maria Juana’’. El reparto era para casas de familia, generalmente una damajuana por semana y cerca de las fiestas algunas más. Había unas pocas casas que compraban dos veces por semana y Dora y las hijas hacían chistes porque se daban cuenta que en esa familia tomaban mucho. También los vecinos iban a comprar a la casa de Tito por lo que era común que sonara el timbre y cualquier miembro de la familia fuese a buscar al patio la marca de vino que pedían. Como a varios de estos clientes no le conocían el nombre, recibían en secreto un apodo: ‘’la borracha’’, ‘’la vieja de los tres timbres’’, ‘’la media res’’, ‘’el marido de la media res’’, ‘’la vieja de los corpiños’’, ‘’entre paréntesis’’, “el disculposo’’, ‘’la bestia’’ y su esposa ‘’la hormiga’’.

El recorrido era principalmente en zona sur y las veces que pasaba a Capital Tito tenía preparada una damajuana aparte para darle a los zorros grises, también conocidos como policías, por si acaso lo paraban. Ofrenda muy común entre los repartidores de la época.  Uno de los momentos más célebres fue proveer al barco escuela Ara Piloto Alsina. Los marineros compraban a Tito por su cuenta y la camioneta iba cargada completa para ellos con aproximadamente 200 damajuanas que debían durar toda la travesía en altamar. Descargaban la camioneta lanzando las damajuanas a la cubierta en donde otros marineros las atajaban. Una danza hermosa.

En las semanas de receso escolar, las hijas de Tito adoraban acompañarlo a las entregas. Ese paseo en camioneta incluía un itinerario con frecuentes paradas gastronómicas debido a que los clientes se enternecían al ver las nenas de Tito y les ofrecían algo rico para comer. Cuando regresaban, esa información se le ocultaba a Dora pero no se sabe con exactitud si para evitar que se enoje porque ya venían comidos o para seguir comiendo lo que ya había preparado. Podemos inferir que las dos opciones eran correctas.

A principios de 1990 Tito ya se estaba retirando de su actividad como vinero. Ese mismo año nacía su primera y única nieta: Grisel. Los días de damajuanas se fueron terminando debido a varias causas, desde la disminución del consumo de vino de mesa, hasta un grave incidente que implicó botellas adulteradas. Nos consta que ninguna de ellas fue vendida por Tito. Entretanto los días de rosas siguieron junto a su nieta Grisel. La pequeña no tuvo la suerte de recorrer las calles del sur a bordo de la camioneta con miles de litros de vino pero en cambio Tito iba a buscarla al colegio en su Peugeot 504 color piedra lunar. Almorzaban juntos la comida de la abuela Dora y en la mesa eventualmente podían encontrarse a las hijas del vinero convertidas ahora en tías y alguna que otra en madre. Además en cada evento familiar la niña no dudaba en tomarse los fonditos de los vasos que contenían espirituosas o incluso en cierta ocasión llegó a ser agasaja en un restaurante donde le pidieron un “postre Don Pedro para la nena”.

En el 2012 Tito falleció. No alcanzaron las rosas ni la damajuanas de lágrimas ante su pérdida. Sólo nos queda contar algo de lo que él no pudo llegar a enterarse. Y es que años después su nieta Grisel estaría estudiando los orígenes del vino, aprendiendo a catarlo, formándose para ser comunicadora en la materia y escribiendo estas líneas en honor a su abuelo Tito.

 

 

IG @grisel.dangelo   En vivo todos los viernes al mediodía @jazzgourmet por Nacional Clásica FM 96.7

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